David Díaz Miranda, Pino Pascucci S, Víctor Molina, Marisela Olarte.
Al parecer nuestro destino como nación lleva la impronta de que todo siglo nuevo, desde que existimos como Venezuela, lo iniciamos con la pérdida de sus primeros veinticinco años. Por razones diversas comenzamos el siglo XIX con la guerra de independencia y, varios años después (1830) aparece Venezuela constituida como nación.
El siglo XX arranca con las secuelas de las guerras civiles de la anterior centuria (S. XIX), y las férreas dictaduras implantadas se extendieron hasta 1935, fecha de la muerte de Gómez.
El comienzo del presente siglo XXI quizás ha tenido la impronta de regresar a lo peor del siglo XIX, con todas las calamidades socio económicas y políticas que hoy vivimos los venezolanos. Es importante resaltar que una de las características, común a todas estas etapas, es la presencia de militares en la presidencia de la República.
Podemos decir que en Venezuela, en su pequeña historia de 194 años, los gobiernos civiles sólo han estado presentes en apenas 39 años. Esto significa que el país ha sido gobernado durante casi siglo y medio por militares, con muy pocos asomos de gobiernos civilistas, todos tutelados por militares.
El presente siglo lo comenzamos con un gobierno militar, pero con una gran diferencia, se nos vino encima, con un avance sin precedentes, en cuanto al desarrollo científico tecnológico, de tal manera que es llamado, por algunos autores, el "Siglo de la Educación".
Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es toda América Latina y el Caribe, la que llega al siglo XXI con problemas del siglo pasado; así que nuestros sistemas educativos tienen ahora que responder a una doble exigencia. Primeramente, terminar de cumplir la vieja promesa de la modernidad: una escuela efectivamente universal y efectivamente educadora, y segundo, preparar nuestras sociedades para el desafío pluralista de los nuevos tiempos y para su integración exitosa a la “aldea global”, caracterizada por industrias y procesos productivos cuyos insumos críticos son la información y el talento creador.
La Universidad de Los Andes no escapa a la tragedia nacional y podemos constatar que pasó de tener una matrícula cercana a los 45.000 alumnos a algo más de 15.000, según sus propias cifras. La pérdida de su personal docente se calcula en un 40% (según, PLANDES) y el personal ATO ha mermado considerablemente al punto que la mayoría solo trabaja 3 días a la semana. Sueldos de miseria, un raquítico presupuesto, y la permanencia en el gobierno universitario de autoridades por casi 16 años, han conducido a esta casa de estudios al borde de su quiebre institucional. Solo se mantiene por el esfuerzo de unos pocos, entre ellos destacan los profesores jubilados, soportes fundamentales de los postgrados que aún se dictan en esta universidad.
Las cifras que maneja PLANDES son alarmantes en cuanto al personal docente y ATO que, teniendo todos los requisitos para jubilarse aún se mantiene en la institución; los incentivos de permitían a la ULA mantener esta numerosa población activa ya no existen. El número de concursos declarados desiertos es alarmante y son pocos los concursos del personal ATO que se realizan.
Por su parte los gremios, que en un pasado eran fuertes y tenían cierto poder de convencimiento y respeto, al punto que no aceptaban desmejoras salariales ni en sus condiciones de trabajo y todos los gobiernos llegaban a acuerdos con ellos, hoy no son tomados en cuenta, al punto que las contribuciones que hacen sus agremiados para mantenerlos administrativamente, son tomadas de manera arbitraria y sin consulta por el ejecutivo nacional, consolidándose una apropiación indebida de dichos recursos financieros. Esta última situación es tan grave que, desde septiembre del año 2021, los gremios no reciben los aportes que se les descuenta a sus agremiados.
Igualmente sucede con las cajas de ahorro y la deuda sigue en aumento.
La gran responsabilidad para quien asuma el gobierno universitario en los próximos años no permite improvisaciones. El esfuerzo para iniciar un camino hacia la recuperación institucional es inmenso, no bastará la experiencia en diversos campos, se requiere de un trabajo unitario, de paz y sosiego, de hacer lo que manda la ley, de no convertir a la universidad en un partido político. De entender que es una casa donde son bienvenidas todas las ideas del pensamiento humano y que solo la razón y los valores trascendentales del hombre rigen nuestro comportamiento como universitarios.
*CORAZÓN ULANDINO, POR EL RESCATE DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES*