Agustín
Volcanes
Para
el periodista Giovanni Barboza, existen muchos temas de la comunicación social
que están soslayados porque no existen verdaderos escenarios para su discusión
y análisis, sin embargo, una incólume dignidad y moral discursiva, se debe
abrir paso a una nueva forma de comunicar y de ejercer el periodismo.
El
reconocido docente e investigador, coordina actualmente el Consejo de la
comunicación popular del estado Mérida y se ha dedicado a analizar las
narrativas que inundan tanto los medios públicos como privados y, de manera
especial, trabaja en estudiar las relaciones humanas desde la perspectiva
del discurso.
Al
ser consultado sobre el tema de la comunicación popular, hizo énfasis a las
primeras letras de esta entrevista, diciendo que desde el año 2015 existe una
Ley de la comunicación popular que no ha tenido aplicación ni resonancia por
falta de voluntad política.
“Es
lamentable que actualmente se siga creyendo que la comunicación popular es una
“onda de largo alcance” y que es mejor invertir o interactuar con medios que
están en el primer lugar de sintonía, aunque sean ilegales o enemigos de la
revolución; y es más lamentable creer que ofreciendo cuñas, dádivas o
especiales atenciones a medios y comunicadores anti revolucionarios, éstos
cambien sus posturas políticas”
Por
otra parte, Barboza destacó que muchos medios populares, especialmente emisoras
de radio, han tenido que cerrar por falta de apoyo, mientras que cerca de un
80% de los medios radiofónicos, muchos de ellos comerciales, que operan en el
estado Mérida, actúan de manera ilegal porque no han sido permisados por
Conatel, lo que representa un delito en contra del Estado.
Finalmente,
recalcó que no existen un “Plan de comunicación revolucionario”, sino que
existe una atomización de ideas difíciles de probar en su efectividad, más aún,
existen periodistas que asumen liderazgos de comunicación política que no están
formados políticamente y no poseen capacidad para conducir ninguna vanguardia
comunicacional, aunque son expertos en aprovecharse de recursos económicos y
construir espejismos en los cuales caen los más incautos personajes.