Tras la crisis de los desechos sólidos
Jorge Galvis Jr
"Aunque en español también podamos decir desecho, residuo o desperdicio, generalmente usamos el término basura, y si nos atenemos a los problemas que en numerosas ciudades genera su manejo, es posible reconocer, sin temor a equivocarnos, que la basura tiene poder".
Así se expresó el diputado a la Asamblea Nacional por la Alianza Democrática, Luis Loaiza Rincón, quien manifestó que el manejo y disposición final de los desechos sólidos, como hoy en día se dice, es un tema fundamental de salud pública y también de gobernabilidad.
Señaló que en Mérida, por ejemplo, varios alcaldes han sido castigados en las urnas por no poder resolver el problema, pues aunque se trate estrictamente de la incapacidad para su manejo, está claro que el problema de la basura es recurrente, que de él se generan grandes negocios, utilizado como arma política y que todavía se emplean métodos tradicionales y ampliamente superados para disponer de ella.
Destacó Rincón que en Venezuela, y quizás en muchos otros países de América Latina, se escucha que una de las más importantes promesas electorales hechas en las campañas municipales es, precisamente, la de recoger la basura. Sin embargo, en muy pocas partes se habla de clasificación y aprovechamiento de los desechos y mucho menos de la necesaria formación ciudadana que en este y otros temas tiene necesariamente que prevalecer. "En Mérida se hizo recurrente que algunos vecinos sacaran su basura inmediatamente después que pasaba el camión que la recogía o que algunos desalmados la arrojaran desde sus vehículos a la vía pública con total impunidad".
Subrayó que en pleno siglo XXI, y apenas comenzando una nueva gestión municipal, pocos quieren saber de las viejas lecciones y se insiste con esquemas ampliamente probados como ineficientes y fracasados.
Finalmente acotó Loaiza que la ciudad de Mérida cuenta con múltiples especialistas en la materia, una Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales y mucha gente dispuesta a ayudar buscando soluciones duraderas y ambientalmente sustentables. Lo peor es que siga faltando el ingrediente clave: voluntad política.